La mayoría de las personas que sufren de una hernia discal lumbar tienen algo en común: se mantienen mucho tiempo sentados o de pie, sin moverse mucho. En la Columna Vertebral sabemos que las tensiones repetidas durante el tiempo, los accidentes, así como la vida sedentaria, nunca serán del agrado de nuestra espalda. La mayoría de nuestros pacientes acuden a nosotros por dolores constantes y fuertes en su espalda, por lo que suponen que algo no anda bien con su columna vertebral y naturalmente buscan saber qué es lo que les ocurre.

Es posible que nos pueda sonar parecida la terminología de diferentes padecimientos, sin embargo encontramos grandes diferencias, sobre todo cuando se trata de cuestiones de la columna vertebral. Es importante conocer las señales de alerta que nos envía nuestro cuerpo, así que esperamos que la siguiente información les sirva a manera de detección oportuna.

Nuestra columna vertebral está formada por siete vértebras cervicales, doce torácicas, cinco lumbares, cinco sacras y el coxis. Estas vértebras se articulan entre sí a través de carillas articulares y del disco intervertebral, formando entre ellas un tubo que alberga en su interior la médula espinal, lo que permite la entrada y salida de los nervios periféricos. Cuando el tubo no se encuentra en buenas condiciones y en los segmentos móviles aparece una patología, surge un movimiento de inestabilidad entre dos vértebras que es el causante del dolor de espalda.

Cuando se produce una situación traumática o el disco es sometido a tensiones repetidas  a lo largo del tiempo, pueden sufrir una degeneración de las fibras que rodean el núcleo pulposo, provocando la deshidratación de las estructuras, generando pequeños desgarros o fisuras discales.

¿Qué diferencias existen entre una protusión y una hernia de disco? Básicamente estamos hablando del mismo problema, pero en grados diferentes. Comenzamos con la hernia de disco: la palabra hernia significa que una parte del cuerpo se “sale de su lugar”, esto sucede cuando la rotura de las fibras de la zona externa del disco es mayor, se puede producir una expulsión de una parte del núcleo, a este proceso se le denomina hernia de disco. Imaginemos que los discos de nuestra espalda son como una “llanta”, porque nos ayudan a amortiguar las vértebras. Esa llanta se llama anillo fibroso, debido a que tiene esa forma y está hecho de varias capas de fibra esponjosa, pero muy resistente. El anillo tiene una bola de gelatina en el centro, que se le conoce como núcleo pulposo.

Cuando suceden las hernias de disco, el núcleo gelatinoso empuja el anillo hacia afuera. Las más comunes son las lumbares L4 – L5 y entre L5 – S1, así como las hernias cervicales entre C5 – C6 y C6 – C7.

En cambio, la protusión discal consiste en el abombamiento de la envuelta fibrosa que rodea el disco intervertebral. Se trata de una degeneración discal menos importante que la hernia de disco, ya que se refiere a una rotura parcial de las fibras más internas del disco, por lo que el núcleo se desplaza en la fisura, haciendo que el núcleo empuje (protuya).

La protusión discal puede no presentar ningún síntoma, pero también puede estrechar el canal por donde pasan los nervios o la médula. El paciente puede presentar dolor agudo con espasmos musculares así como dolores nerviosos en la zona, brazos o piernas. Lo mejor para prevenir las protusiones, es mejorar la técnica de la columna, reforzando la musculatura de la espalda, así como realizar sesiones de estiramientos y relajación.

Entendemos entonces que la diferencia entre una hernia discal lumbar y una protusión, es que se haya producido salida del contenido, dando pie a una hernia, o solo deformación de la envuelta, sin salida de contenido, es decir, una protusión. En la práctica, a veces no es fácil detectar en una resonancia magnética si esa extravación se ha producido o no; por eso, en esos casos algunos médicos asumen que si la deformación del disco que se observa en la resonancia tiene una base más ancha que su vértice, se trata de una protusión, mientras que si la punta es de la misma longitud o más ancha que su base, se trata de una hernia.

Algunos de los factores que pueden aumentar la probabilidad de que aparezca una hernia de disco o protusión discal, son los siguientes:
  • Tener una musculatura débil.
  • Mantenerse mucho tiempo sentado.
  • Llevar una vida sedentaria, sin hacer ejercicio.
  • Someterse a vibraciones que afecten el cuerpo.
  • Genética.

No obstante, el aumento de la probabilidad de padecer una hernia de disco que se asocia a cada uno de estos factores, es en general pequeño y el hecho de que aparezca una hernia de disco no significa necesariamente que cause dolor u otras molestias. De hecho los estudios muestran que las protusiones halladas aumentan con la edad, aunque la mayoría de las veces no presentan síntomas.

La razón por la que en la mayoría de las ocasiones tanto las hernias como las protusiones son asintomáticas, es debido a que el interior o núcleo pulposo del disco, contiene sustancias que irritan los nervios. En condiciones normales no existen nervios en el interior del disco, de modo que esas sustancias no tienen nervios a lo que irritar. Habitualmente solo hay nervios en la parte más externa de la envuelta fibrosa, y especialmente en las porciones laterales de su pared posterior.

Es importante resaltar que al hablar de una hernia de disco, una protusión discal, un disco prolapsado, roto o secuestrado, es referirnos al mismo problema, pero en diferentes grados. Una de las cuestiones más importantes es que no todos los doctores usan exactamente los mismos términos. Lo mejor que podemos hacer para conocer a fondo nuestro diagnóstico, es acudir con los especialistas de la Columna Vertebral en León Guanajuato.

En la Columna Vertebral contamos con técnicas mínimamente invasivas para erradicar ese dolor intenso cervical o lumbar, que puede ser producido por una hernia discal lumbar. Nos encargaremos de diagnosticarle exactamente el origen de su malestar, así como el grado en el que se encuentra. ¡Estamos a sus órdenes! (477) 716 2402 y (477) 461 2018

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